jueves, 30 de noviembre de 2017

Especial "Cincuenta sombras de Martín". Capítulo IV


Les hemos narrado el nacimiento del niño de San Vicente, la consagración de su leyenda en menos de veinte años, y el gran duelo entre el Levante y el Poniente. ¿Qué nos queda?  El regreso de la cólera gaditana. Estamos en 2005, y Antonio Martín García vuelve al templo de los ladrillos coloraos.

Se abre el telón, y de blanco inmaculado, una primera fila coplera que jamás han tenido ni tendrán los mejores autores del COAC entona frente al silencio del respetable: Catalino, Macgregor, Antonio Trujillo, Pedro Ramos y El Sopa. Vamos a escuchar a El Revuelo (los viejos copleros nunca mueren).

Dos años después de la marcha de Martínez Ares, el panorama carnavalesco estaba revolucionado, con muchos y muy buenos autores mostrando una variedad de estilos enorme.  La de Antonio Martín para aquel primer año no le valió una final, pero si para dar un golpe sobre la mesa y recordar quién era el maestro de maestros.  Los dos años siguientes trajeron al coplero más experimental, de la mano de un grupo joven compuesto por otra tanda de grandes estrellas (cambió al Catalán grande por el chico, incluso) que le hicieron pisar la final con La Quinta Esencia y Los hijos de la libertad.  Comparsas que, lejos de acomodarlo al devolverlo a la final, parecían predestinadas a ser el calentamiento de las grandes obras que nos depararía en el nuevo milenio el autor (y quizás, de aprendizaje hacia donde se dirigían los gustos de un nuevo público que esperaba algo más que dos coplas a Cádiz en la final).

¿La primera de estas?  La obra maestra que es Los héroes del 3 x 4 (2008), un homenaje delicioso a Francisco Abeijon Carapalo en forma de comparsa deslenguada y guerrillera, gaditana como siempre, y más fresca que nunca, con la llegada de un Zeus que se convirtió en el estandarte de uno de los mejores conjuntos de finales de la década. Y como no, como fue Caleta o el propio El Revuelo, no olió la final por más que dejara para la historia la mejor de las coplas de despedida que puede escribir un autor de comparsa gaditana.


Comenzaba el post hablando del regreso de la cólera gaditana.  Estamos en 2009, y al final de una presentación se escucha "no maltratarla, no maltratarla, no maltratarla" de la manera más descarnada que se había escuchado en tiempo sobre las tablas.  La madre que me parió supuso la simbiosis perfecta del universo martinista, una actualización de la fórmula a unos nuevos tiempos donde los estilos de los autores tendían a replicarse de una comparsas a otras.  Pero un cañón, ¿cómo se replica un cañón?  El gaditanismo y la fuerza de la que estaba dotada aquella comparsa era no solo incomparable, sino inimitable.  Antonio Martín volvía a divisar a sus rivales desde lo más alto doce años después.


Aquella garra no tendría fin, y se replicaría los tres años siguientes conformando una tetralogía que inundaba el Falla cada vez que salía a escena: el tercer premio de Los Caballeros de la Piedra Redonda (2010), el tercero de Las locuras de Martín Burton (2011) y Se acabó el cuento (2012), con los que no pasó de semifinales.  La primera de estas tres pudo pecar de continuista, y la tercera anunció el agotamiento de la fórmula.  Ahora, Las locuras de Martín Burton fue un disloque, con un Paco Pellejo omnipresente que supo adaptarse a la perfección al estilo del coplero, que para la ocasión dejó la sobriedad a un lado y se instauró en la alegría.  Una gran comparsa, que para muchos fue un primero, y para el propio Martín más (tanto que algunos aún recuerdan como arremetió contra la obra de Tino Tovar).


Tampoco escatimó palabras cuando una comparsa en italiano que no entendía nadie la dejó fuera de la final.  El panorama había cambiado, ya no había dos autores intocables, y el Gavilán quería su trono.  Como fuese.  2013 trajo una de las uniones más extrañas y magníficas del COAC.  Ángel Subiela aterriza en su comparsa: "¡45 años, y reinventándose!". ¿Recuerdan?


La comparsa del genio fue una mezcla explosiva, y el director de directores supo exprimir al máximo al maestro de maestros, regresándolo al estilo más distendido y alegre de 2011.  Así, por ejemplo, el autor sacó la bandera blanca en uno de sus pasodobles para arreglar el desaguisado que en los últimos años había montado con sus declaraciones.  Una muestra de como estaban dispuestas todas las partes a llevar a cabo un plan perfecto, con la que lograron de nuevo su primer premio. Y si todo iba bien, ¿por qué no repetir?


2014 fue el segundo y último año del tándem, que volvió a tocar pelo con Los Hyppytanos.  El segundo premio, eso si, no sirvió para prolongar la relación, pero si para dejar un homenaje a Paco de Lucía que pasa a la historia, o la menos valiosa copla dedicada a Martínez Ares viéndose interpretada por sus ex más ex.

Un año sabático.  Eso fue 2015 para Antonio Martín, que a la falta de reacción de todas las partes de cara a sacar un repertorio le sumaba el mal compañerismo que otros autores tuvieron de cara a incitar a algunos comparsistas a abandonar las filas de su grupo.  Pero llega 2016, Antonio Martínez Ares anuncia su regreso y el gran coplero atisva que en dos años se cumplen 50 años de sus coplas.  Y como no podía ser de otra forma, nos regala su primera despedida, bautizada como La comparsa Los invencibles:


Una comparsa dedicada en cuerpo y alma a sus rivales de la última década, como un pequeño diario de consejos y reprimendas (que algunos le respondieron durante el propio concurso, como el propio Tovar).  El tipo fue un disparate, no tanto el repertorio, que se desinfló demasiado rápido pese a las portentosas voces que lo arroparon.

Y como si de un déjà vu se tratase, entra y se forma el revuelo.  El clavel regresó a su solapa y el coplero anuncia, primero en petit comité, lo que pronto fue vox pópuli, que la de 2017 su última comparsa.  Ley de vida se convirtió el pasado Febrero en un testamento portentoso, una segunda despedida esta vez dedicada a la sabia nueva, a la que invita desde la experiencia a gaditanear, sobre todas las cosas, desde la lucha pero también desde la alegría.


Una repesca de voces nuevas y su escuadrón más emblemático cerraron filas en torno al coplero, y lo acompañaron hasta la gran final: el repertorio, como recordaran, no lo logró por puntos, pero el Jurado del COAC y el Patronato posibilitaron un pase de gracia, donde disfrutamos del autor cantando junto a su grupo.  Para la historia.

Ya ven. Cuando nos quisimos dar cuenta, llegamos al final.  Estas cuatro semanas nos han servido para hacer un repaso por estas laureadas 50 sombras que Antonio Martín ha proyectado sobre las paredes, no solo del Gran Teatro Falla, sino de las calles de la ciudad de Cádiz en forma de puro CAR-NA-VAL y amor a su tierra.  Jamás podremos agradecérselo Don Antonio, jamás.

No hay comentarios: